Testimonio Francesca Biondi CSC

FrancescaBiondi

Me llamo Francesca Biondi, soy italiana, nacionalizada, canadiense y actualmente vivo en Mali, África Oeste. Quisiera compartir mi experiencia vocacional.

«Yavé dijo a Abraham» Gn 12, 1
Dios llama para ponerse en camino, para un cambio en la vida, para una alianza. Así, a la edad de 15 años sentí por primera vez que Dios me llamaba para algo nuevo y ponerme en camino. Entonces dejé mi pueblo natal en el sur de Italia para ingresar a una congregación religiosa en el norte de mi país.

Escuchando siempre el llamado de ponerme en camino y al servicio de los más necesitados, terminó el tiempo de formación y manifesté el deseo de partir como misionera.

Entonces fui enviada a Canadá. Allí estando al contacto con otras religiosas canadienses descubrí una manera diferente de vivir la vida religiosa que me atrajo mucho. Siendo joven y no encontrando comprensión en mi crisis de querer un cambio de vida que sentía estancada, decid� de salir de la congregación en la que me encontraba. De regreso a Italia estudié y trabajé al mismo tiempo para ser enfermera en la gran ciudad de Turán, de donde mis padres y algunos hermanos habían emigrado.

En los hospitales donde trabajé, siempre tuve una atención especial hacia los que más necesitaban. Yo parecía no pensar a la vida religiosa, pero tampoco me atraía el matrimonio.
Una llama secreta quedó en mí de querer regresar a Canadá para buscar un trabajo allí. Para qué? si yo tenía todo lo que una chica de mi tiempo podía desear: un trabajo estable en un hospital, un departamento, un auto, mi libertad. Pero algo me faltaba.

Cuando tuve la posibilidad económica de viajar a Canadá lo hice y traté de ponerme en contacto con una persona para que me ayudara a encontrar trabajo. Ella me dijo que de inmediato podía obtenerlo con las Hermanas de Santa Cruz, las cuales en el verano siempre necesitaban personal para su enfermería. Así fue como conocí a las hermanas. Como la primera vez, como el primer llamado regresé a Italia, lo dejé todo y me fui a Canadá donde sentía que Dios me llamaba otra vez.

Santa Cruz respondió plenamente a mis inquietudes de no quedarme estancada, pues es una congregación en camino, siempre a la búsqueda de la voluntad de Dios. En ella descubrí al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, pero sobre todo al Dios de Jesucristo, el Dios que es Padre, Madre y Hermano, el Dios que es don, gratuidad y se queda a la espera que yo también me abra a su gracia para que su Espíritu haga de mí un don a mis hermanas/os.

En Santa Cruz descubrí la Buena Nueva que me invitaba que me invitaba a renacer de nuevo, para poder entrar en el Reino, que es el Reino de los que se hacen como niños, transparentes y disponibles a la acción del Espíritu Santo. En este sentido tengo mucho camino que hacer, pero estoy en camino, con otros caminantes y me confío a la virgen del «Sí» y de «Buen Camino».

Como siempre el deseo de caminar y de ir más allá me hizo expresar el deseo de salir como misionera a un país más pobre y así fui enviada a Perú, donde me quedé dieciséis años. Fue un tiempo de gracia donde me enriquece de experiencias estando al lado de un pueblo que lleva una fortaleza interior increíble y una fe profunda y salida como roca.
Los diez años de servicio con los presos me evangelizaron y me hicieron descubrir como el Espíritu Santo sopla donde quiere. Esos hombres que conocí en un régimen tan severo me revelaron, me revelaron el Dios que es Presencia en lo imposible.

Después de dieciséis sentí que algo había terminado para mí en Perú y tras el discernimiento y conversaciones con las personas responsables de la misión, dejé el Perú para ir a África.

Aquí todo es nuevo y me quedo en camino para aprender con el pueblo que es en su mayoría musulmán, pero en la búsqueda del mismo Dios: Padre, Madre y Hermano de todos los hermanos/as.